lunes, 11 de octubre de 2010

Segundero

Siempre fuiste un ruido circundante:
ni siquiera supe verte cuando niña,
tan objeto amorfo, tan aparte, tan ligero;
¡Cuántas veces fuiste un juego y te quebré!
Un dedo niño te negaba, te prohibía, y
ese dedo niño que creaba eternidades
respondía enigmas milenarios con tu muerte.

Siempre fuiste un ruido circundante:
mas ahora te busca mi mirada,
eres tan pesado que me observas;
tú, que naciste cosa y en cosa me liquidas,
vaticinas mi presente, me revelas en leyenda.
Yo con tantas vísceras de sobra, te recibo a ti,
que no sientes, que no gimes y no mueres.

Siempre fuiste un ruido circundante,
mas ahora me has tocado y te llamo por tu nombre.