Sí Bisbal, siempre te lo he dicho: pudimos escoger una vida más fácil.
Pudimos y no lo hicimos... ejercimos nuestro libre albedrío; piensa si esta vida nos ha dado algo que a otros no, si es que lo buscábamos. Qué vida nos dan los versos que nos pulverizan y reconstruyen, aunque sea leerlos, aunque sea escribir unos cuantos, miserables y pobres tal vez, pero todos nuestros.
Esta vida nos ha hecho creadores, ¿recuerdas?, partícipes de siglos pasados. También nos hizo estructuralistas, modernistas, existencialistas, decadentistas, románticos, vanguardistas, semióticos, posmodernos y hasta poetastros: progenitores de imágenes que abandonamos con el tiempo.
Hasta hoy he tomado conciencia: todo poder que hemos ejercido con palabras escritas nos ha creado necesidades que sólo el lenguaje satisface; y nosotros, adictos insaciables, permutados por esclavos, hostigamos nuestra lengua, y ella, a veces nos aborrece.
Qué vida la nuestra, regidos por el pulso, por la herencia de los muertos, por el polvo de sus manos. Seguimos obligados a hablar por la materia silenciosa, a definir las abstracciones; la sensación tiende a desertar, y nosotros debemos asirla para que no muera por completo.
Nuestro tormento procura fragmentarse en restos incisivos, que buscan cercenarse entre ellos, para propagarse y confundirse con limadura de carbón; lo mismo le sobreviene a nuestra ira o placer.
Hace años, cuando dormíamos, soñamos con el tiempo, y vimos una vida serena y generosa. Esto no lo deseamos, te lo dije Bisbal, ¿por qué no escogimos una vida imperturbable?... porque abandonamos tal fascinación, y quisimos arrojarnos -sin sueños precedentes- en la grieta fabricada a conciencia: la interminable ofuscación por la palabra.
Esta vida nos ha hecho creadores, ¿recuerdas?, partícipes de siglos pasados. También nos hizo estructuralistas, modernistas, existencialistas, decadentistas, románticos, vanguardistas, semióticos, posmodernos y hasta poetastros: progenitores de imágenes que abandonamos con el tiempo.
Hasta hoy he tomado conciencia: todo poder que hemos ejercido con palabras escritas nos ha creado necesidades que sólo el lenguaje satisface; y nosotros, adictos insaciables, permutados por esclavos, hostigamos nuestra lengua, y ella, a veces nos aborrece.
Qué vida la nuestra, regidos por el pulso, por la herencia de los muertos, por el polvo de sus manos. Seguimos obligados a hablar por la materia silenciosa, a definir las abstracciones; la sensación tiende a desertar, y nosotros debemos asirla para que no muera por completo.
Nuestro tormento procura fragmentarse en restos incisivos, que buscan cercenarse entre ellos, para propagarse y confundirse con limadura de carbón; lo mismo le sobreviene a nuestra ira o placer.
Hace años, cuando dormíamos, soñamos con el tiempo, y vimos una vida serena y generosa. Esto no lo deseamos, te lo dije Bisbal, ¿por qué no escogimos una vida imperturbable?... porque abandonamos tal fascinación, y quisimos arrojarnos -sin sueños precedentes- en la grieta fabricada a conciencia: la interminable ofuscación por la palabra.
Escogimos, Alma, este camino.¿Por qué?Por lo que sea, ¡no importa!Pero lo escogimos.Antes, y ahora mismo, lo buscamos:reclamamos sin recato
ResponderEliminarun momento de lectura,un lector que repare en nuestros versos.Quizá.Un goce tantas veces nuestro,tantas ajeno, tuyo, quizá;mío, quizá.
Pero reclamamos algo… Nos sentimos dueños de algo:de miserias y espacios de polvo; de oquedades en el punto fijo de un librero que nos han dejado Los Grandes. Quizá.
Demandamos ser, al menos, Aquellos poetas de las ciudades chicas,los pocos mencionados,los menos leidos. “Que no se gasten mi nombre”habremos de repetirnos --en broma o no, pero: ¡que no lo gasten!-- Reservamos para nosotros la delicia adecuada de un poema virgen,de aquel que sólo nosotros sabemos, y contamos con tanta naturalidad que ya es nuestro "clásico". Ha sabido bajar la voz.
Reclamamos, con sollozos,simple ingenuidad
y ganas de ser niños. Pero reclamamos algo...
y eso, Alma, nos permite continuar en el interminable engaño de la palabra.
Pd. gracias por tu comentario, en mi "vosotros cristianos" no pudo ser más elocuente. Es gratificante saber que tengo una amiga como tú. Sabía que no te ibas a "quedar callada" jeje, y gracias por ello, y, puede que tengas razon en algo, no he conocido a Dios, toqué varias veces a su puerta y no abrió... quizá regrese más tarde, quizá.
ResponderEliminarHello ¡¡¡
ResponderEliminarYo creo que los destinos no se eligen, es más como si los destinos nos eligieran a nosotros. Se le llama vocación.
He dicho.